¿Sabías que según la ONU, 1 de cada 3 mujeres en el mundo han sufrido alguna agresión física y/o sexual en algún momento de su vida?
Debemos recordar que la violencia es un comportamiento deliberado. Es decir, una conducta premeditada o previamente considerada que se convierte en una decisión, provocando daños en diferentes niveles a otro ser vivo. Para muchas, sobre todo dentro de nuestra cultura, no reconocemos cuándo la violencia ocurre y, tal vez, somos víctimas sin saberlo.
Aunque no lo creas, la violencia se disfraza y adopta muchas formas como:
- Dentro de la pareja: violencia física, sexual y psicológica.
- El acoso y la violencia sexual.
- El matrimonio infantil.
- La trata de seres humanos.
- Los femicidios.
Además, esta problemática no se aísla únicamente a algunos países a nivel mundial. De hecho, ¿sabías que América Latina es de las regiones más violentas para las mujeres?
No queremos alarmante, pero la realidad es que múltiples países cuentan con tasas muy altas de violencia contra la mujer. Por ejemplo, Guatemala es el 3er lugar en el mundo con el mayor índice de muertes violentas contra la mujer. A su vez, Venezuela, en el 2015, registró 121 femicidios consumados y 132 femicidios fallidos según cifras oficiales reportadas por la ONU. Al mismo tiempo, en Colombia cada 2 días y medio una mujer es asesinada por su pareja o su expareja.
¿Por qué mi pareja?
La violencia dentro de una pareja sentimental es la forma de violencia más habitual y sufrida por las mujeres a nivel mundial. La Organización de las Naciones Unidas para Mujeres (ONU Mujeres) define la violencia por un compañero sentimental como cualquier conducta por parte de la pareja actual o una anterior (hayas estado casada con esa persona o no) que causa daños físicos, sexuales o psicológicos. Sin embargo, ¿por qué se presentan estos riesgos si estamos con una persona que amamos?
No sabemos que está pasando
Cuando no nos encontramos informadas o nuestro nivel educativo es bajo, es más difícil aprender a distinguir verdaderas señales de amor. Por lo general, confundimos ciertas conductas violentas por muestras de afecto. Algunos ejemplos son los celos desmesurados, la invasión constante a nuestra privacidad, el lenguaje agresivo, las bromas hirientes, las caricias cuando no queremos que nos toquen, los ultimatums o los chantajes emocionales como “si no estás conmigo, me quitaré la vida”.
Ya lo vivimos antes
A veces ignoramos que la calidad de nuestra infancia también determina cómo seremos en la adultez. La exposición al maltrato infantil es una condicionante. Los niños son pequeñas esponjas que absorben los aprendizajes de su entorno, entre ellos cómo demostrar y recibir cariño o amor. Si sus únicos referentes han sido violentos, también lo serán sus respuestas y acciones. Además, si el niño presencia violencia familiar o su núcleo más cercano es agresivo, su madurez al crecer se verá afectada.
Tenemos vicios
Cualquier uso de sustancias que, como el alcohol y las drogas, nublen el juicio e impide racionalizar las situaciones que se están viviendo dificulta las relaciones interpersonales. En la mayoría de los casos, se tratan de relaciones dependientes que no garantizan que la pareja deje los estupefacientes.
La violencia nos afecta a todos
Las víctimas de estos tipos de violencia sufren consecuencias a corto y/o largo plazo a nivel físico y emocional. Es importante saber que también afecta a los demás miembros de la familia (como los hijos) y que tiene efectos importantes y, a veces, permanentes en nuestra salud. La violencia sexual, en especial durante la niñez, puede llevar a reproducir patrones de conducta que aumentan los hábitos de fumar, usar indebidamente drogas, consumir alcohol en exceso o presentar comportamientos sexuales de riesgo en la vida posterior.
Nunca olvides que siempre tienes en tus manos la capacidad de elegir, optar y decidir cuándo es suficiente para darle un punto final a alguna situación de injusticia que esté pasando. ¡No estás sola!